La cultura azteca es particularmente notable por la práctica de sacrificios humanos a gran escala; los ofrecimientos a Huitzilopochtli serían hechos para restaurar la sangre que perdió, ya que el sol era confrontado en una batalla diaria. Ésto prevendría el fin del mundo que podría suceder en cada ciclo de 52 años. La dedicación del gran templo en Tenochtitlán fue divulgado por los aztecas según lo referido, con un sacrificio de más de 84,000 prisioneros, sin embargo, este número probablemente fue una exageración de los mismos aztecas para infundir miedo entre sus enemigos, pues en el relato insisten en que el Tlatoani sacrificó personalmente a todas las víctimas en el curso de 4 días. Como medida de comparación, en Dachau, en los días finales, operando con tecnología moderna las 24 horas, se podía disponer de 4,500 víctimas al día.
Las víctimas sacrificadas a Xipe Tótec eran atadas a un poste y eran por completo cubiertos por flechas que les eran lanzadas. Posteriormente el cadáver sería desollado y un sacerdote se cubriría con la piel. (Representando la renovación de la tierra para volver a ser fértil) La Madr Tierra, Teteoinnan, requería víctimas femeninas desolladas. Tlaloc requería niños enfermos masculinos.
Los aztecas frecuentemente iniciaban guerras - las llamadas guerras floridas - con el intento de capturar prisioneros para usarlos en los sacrificios. Existen múltiples relatos de los conquistadores capturados que fueron sacrificados durante las guerras de la conquista española de México, aunque solamente Bernal Díaz afirmó ser un testigo de ello.
En ocasiones, los aztecas mataban a los cautivos más aristocráticos, notables por su valor en combate ritual: encadenaban la víctima al piso, quien vestía solamente un taparrabos, le daban un arma falsa y un escudo, y era muerto luchando contra un guerrero jaguar completamente armado. Se dice que cuando un pueblo era derrotado, los sacerdotes aztecas seleccionaban de los cautivos, al guerrero más destacado de los adversarios y lo tiraban por las escaleras del Templo Mayor. Al terminar su caída, los intestinos eran utilizados para las fieras del zoológico, y el cuerpo era entregado al guerrero. Este hervía el cuerpo y separaba la carne, se quedaba con los huesos como trofeo y partía la carne en fragmentos muy pequeños que ofrecía a los señores, incluso de otros pueblos. Los señores pretendían comerla, pero según algunos relatos, como el Códice Ramírez, y la relación del nieto de Nezahualcóyotl, la carne ensi, se consideraba que carecía de valor, por lo que era sustituida por carne de guajolote (pavo). A cambio de esta carne, el guerrero recibía grandes obsequios: Joyas, plumas ricas, mantas finas y esclavos. Este era un método para estimular a los guerreros exitosos y ayudarlos a subir en la escala social.
Tezcatlipoca requería un sacrificio voluntario. Cada año un joven era ofrecido como víctima. Durante un año lo honrarían como dios en la tierra, y entonces éste sería sacrificado. Tlaloc requería niños llorones (enfermos). Xilonen requería ahogar a dos jóvenes.
A pesar de los relatos populares, los aztecas no hacían un sacrifico cada día. Los sacrificios se hacían sólo en los días festivos. Un día festivo por cada uno de sus 18 meses. Cada mes estaba dedicado a un dios distinto.
También se hacían sacrificios de animales, había dos razas de perros criados expresamente para ello, y la gente también hacía autosacrificio, ofrendando su propia sangre y sufrimiento a sus dioses.
En la adoración del Sol de las religiones azteca, inca y maya los sacrificios humanos eran algo común. Los aztecas celebraban unos constantes ciclos de fiestas religiosas con sacrificios humanos a sus diversos dioses, especialmente al adorar al dios-Sol Tezcatlipoca. Además, en la fiesta al dios del fuego, Xiuhtecuhtli (Huehueteotl), "a los prisioneros de guerra se les hacía danzar con sus captores y [...] se les hacía girar alrededor de un fuego intenso y entonces se les arrojaba en las brasas y se les alzaba mientras todavía estaban vivos para sacarles el corazón todavía palpitante y ofrecerlo a los dioses” - The Ancient Sun Kingdoms of the Americas -.
Más al sur, la religión inca tenía sus propios sacrificios y sus propios mitos. En la antigua adoración inca se ofrecían niños y animales a Inti, el dios-Sol, y a Viracocha, el creador.
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